martes, 24 de mayo de 2011

No hay más..

El final de un amor
no consiste en el día en que dejamos de vernos
en el momento consensuado en el que dejamos atrás los encuentros
ni en el lapso angustiante en que nos atrapa la nostalgia
El final de un amor
no es señalable por la llegada de otro
ni siquiera por un momento de odio
y de certeza de no retorno
El final de un amor no es delimitable
no se puede ubicar en un día
en unos años
ni en un suceso
El final de un amor no existe
porque el amor es una vivencia de intensidad
una experiencia de extensión indefinida
que nos puede volver a alcanzar
cualquier día
cualquier instante impensado
cuando creemos que todo ha terminado…
La distancia. La distancia se reduce a miedo. Unas veces quema, otras enfría. Tiene sus pros, mientras casi siempre ganan sus contras. Nunca se le saca ventaja a la distancia, siempre va por delante de ti, desafiándote. Echándote un pulso. No vale fallar. Si titubeas, pierdes. Si dudas, pierdes. Si planeas, pierdes. Te cambia, te condiciona, te ahoga, te supera, te pierde. Te gana.
Empiezas a pensar demasiado las cosas, a darle más vueltas de las que deberías y llegas a la conclusión de que no. De que sí, está bien. Pero esto tiene que acabar. Exige demasiado sacrificio y cuando por fin, la distancia es cero, piensas en los problemas que tienes en la distancia, en tus preocupaciones y no te despreocupas que tu mayor preocupación ahora mide cero, vale cero. Y de repente se han acabado esos días de distancia cero, pasan a 300 km/h. Y dices, “cojones, esto es muy duro”. Mientras sea duro no penséis haceros los duros, perderéis. Punto.
Hasta que llega tu punto de apoyo, la frase que necesitabas oír, sentir con fuerza de esa persona que más valoras, que más te ayuda, que sabe hablarte. Joder una simple frase que dice la verdad, que te hace darte cuenta de que las cosas se viven, de que a esa persona, que es de las pocas que valen y te valen, coge y te dice lo que no sabías que querías escuchar: “¿¿La distancia?? A la distancia me la como yo con patatas fritas”.
Tu me abrazas rara vez no¿? Pues, cuando lo hagas, no pienses en las clases de mañana, ni en lo que tendrás para cenar en casa. No pienses en los trabajos que tienes que hacer ni en lo mucho que te duele la cabeza. Cuando me abraces, tan solo abrázame. Siente todo lo que se puede sentir en un abrazo. Comienza por mi tacto, sigue por mi olor y termina por mis sentimientos. Aprecia el simple hecho de lo que estás haciendo. El hecho de poder abrazarme. Es probable que en menos de cinco días no puedas volver a hacerlo, así que quédate con la verdadera esencia de un simple abrazo
Sonríe.
Y no hay más.

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